El desborde del Río V amenaza a varios pueblos bonaerenses. Para frenarlo, sus habitantes desviaron el curso hacia campos pampeanos. Una represión policial provocó 21 heridos.
“Del lado de La Pampa, lo único que hay son beneficios para desagotar los campos, pero de este lado también hay campo y hay pueblos”, se preocupa Fabricio Seren (30), un productor rural de Villa Sauze, en el noroeste bonaerense, que siente a su gente amenazada por el avance de las aguas del Río V, que baja desbordado desde Córdoba. “Con mucha picardía, Buenos Aires había elevado los terraplenes que marcan el límite con La Pampa, para que las inundaciones, que son frecuentes, las paguen los productores agrícolas pampeanos”, se queja, a metros de la frontera provincial, Nicolás Duhalde (73), que tiene 560 hectáreas con soja, sorgo y maíz arruinadas por el agua.
Los que sufren la crecida del río, se quieren sacar el agua de encima. Los que están a pocos kilómetros, no quieren recibir la inundación. Y viceversa. “Si los vecinos no salían a romper la ruta 188 por mano propia, hoy ya estaríamos bajo el agua”, dice Javier Guerrero (41), otro productor, de Banderaló, Buenos Aires, una localidad de 1400 habitantes que resiste a duras penas el ingreso del río con medidas drásticas y con bolsas de tierra que hacen de tope.
La “guerra del agua” alteró a cinco pueblos rurales de la llanura productiva del país, donde una hectárea de campo puede salir hasta 9 mil dólares. En calles tranquilas en donde la siesta es una obligación y la conversación pasa por las cosechas y los servicios para el campo, la polémica se calienta. La tensión obligó al Gobierno Nacional a enviar más de 100 gendarmes a la zona. El objetivo: evitar que los pobladores rompan rutas o caminos para desagotar su zona (con el riesgo de complicar a otras localidades) y que se repitan disturbios como los del martes a la noche, cuando los vecinos de Villa Sauze quisieron cortarle el paso a una retroescavadora que envió el gobierno pampeano para romper un tramo del Camino del Meridiano, que con forma de terraplén divide a ambas provincias y retiene aguas.
Esa noche, para avanzar, la Policía pampeana reprimió y hubo 21 heridos con balazos de goma dentro del pueblo bonaerense. Minutos después, efectivos policiales de ambas provincias quedaron cara a cara, en máxima tensión, como si se tratara de la frontera de dos países en guerra.
Después, las acusaciones. “Lo que hizo el gobierno pampeano es un disparate, por eso los denunciamos ”, le dijo a RMN el intendente de Rivadavia, Javier Reynoso. “Esto es lo que pasa cuando las jurisdicciones no trabajan de manera coordinada. Cada pueblo toma su propia decisión y se entra en anarquía”, reprochó.
La tensión no se diluye. “La gente está sensible, si se cruzan con un pampeano, le quieren pegar”, dice Ignacio Díaz y muestra las marcas que le dejaron las balas de goma de la represión. Su hermano debió ser internado por las heridas.
¿Cómo empezó todo? Por las lluvias frecuentes del verano, el Río V –que baja desde Córdoba– se volvió inmanejable. Los vecinos de Banderaló se desesperaron. El lunes, rompieron la ruta nacional 188 a la altura del kilómetro 398. Así, lograron que las aguas que estaban del lado pampeano, en una suerte de dique entre campos sembrados con oleaginosas, empezaran a correr hacia el sur. Después, Vialidad Nacional y la Provincia avalaron y mejoraron ese canal abierto por la fuerza. Por el quiebre de esa ruta, el acceso a las localidades vecinas de La Pampa quedó bloqueado a esos campos. Las rutas de tierra, siguen intransitables.
Al día siguiente, el gobierno pampeano rompió otro tramo de la ruta 188, a la altura del kilómetro 402, para ampliar el escurrimiento. A la noche, tras el enfrentamiento en Sauze, operarios pampeanos hicieron trabajos más al sur. Se abrió otro canal, de unos 12 metros de ancho, en el Camino del Meridiano, límite entre las dos provincias. “De 26 alcantarillas en ese terraplén, 14 estaban obstruidas. Buenos Aires no hizo mantenimiento. Un acuerdo firmado entre las provincias en 1984, con aval de la Corte Suprema, establece que tiene que salir de la provincia la misma cantidad de agua que ingresa”, argumentó el secretario de Recursos Hídricos pampeano, Javier Schlegel.
Así, el drama viajó unos 60 kilómetros río abajo. El agua empezó a llegar a Sauze (423 habitantes) y Sansinena (522). Allí, hubo que reforzar defensas para que el caudal no entre a las calles, algo que aún no sucedió, pero que tiene a todos los habitanes en alerta. “Ahora, vienen cuatro veces más centímetros cúbicos de agua y se desagota lo mismo que antes. El riesgo es inminente”, dice Seren, que no deja de recorrer, en una camioneta 4x4, caminos de tierra que se ven barrosos e intransitables. La preocupación no suelta ni un minuto al productor. ¿Qué pasará si vuelve a llover?
Aunque en la semana los gobiernos de las dos provincias acordaron convocar a un Comité que impulse obras, en los pueblos gana el escepticismo. “Desde el ‘87 prometen infraestructura que no llega, como hacer puentes para que fluya el agua por debajo de la 188”, se enoja Guerrero. En la región, sólo en enero llovieron 388 milímetros (el promedio anual es de 1.200). El pronóstico dice que, por el fenómeno de El Niño, seguirá lloviendo. Cansados, los productores y vecinos que ya pasaron inundaciones (en 1984, 1987 y 2001, entre otras), piden un plan integral de mejoras coordinado entre las provincias y la regulación del cauce. Ruegan
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