A casi un mes de la devaluación del peso, podemos convenir que al campo argentino le va un poco mejor, o según de qué lado se prefiera mirar, ahora no le va tan mal. Es cierto también que no es posible generalizar, y que en todo caso, las ventajas se concentran en la zona núcleo [...]
A casi un mes de la devaluación del peso, podemos convenir que al campo argentino le va un poco mejor, o según de qué lado se prefiera mirar, ahora no le va tan mal. Es cierto también que no es posible generalizar, y que en todo caso, las ventajas se concentran en la zona núcleo donde está la mayor y más beneficiada parte de la actividad agropecuaria. En el caso de las economías regionales, si hubo alguna leve mejora, se dio en parte a la competitividad que empujó el nuevo tipo de cambio, y a ciertos acuerdos sectoriales, en especial por algunas exenciones impositivas y beneficios para el transporte de carga. En el lado de la ganadería y la lechería, las buenas noticias llegaron por recuperar precios.
Lo que acompaña esta descripción, es que la devaluación aceleró las demoradas ventas sojeras y permitió sumar alrededor de USD 3500 millones en lo que va del año, y como consecuencia detener la hemorragia de dólares del Banco Central. Haciendo números, los analistas estiman que podrían liquidarse en las próximas semanas otro stock retenido como ahorro en silobolsas, lo que inyectaría ingresos similares a los del primer bimestre. Gran respiro para el Gobierno.
La inflación, otro estigma para analizar rentabilidad, en febrero repitió una cifra muy alta como en enero, y se ubicó en el 3,4%. Si bien es un problema para la economía, en el caso del campo, la inflación puede erosionar y mucho el bolsillo de los chacareros para con su vida cotidiana, pero en materia de medir el impacto sobre la cadena de costos para la producción, no se puede afirmar que sea determinante para generar una gran pérdida en la competitividad que impulsó la devaluación. Contrariamente la presión impositiva vía aumento de tributos rurales -provinciales y municipales- y el casi nulo acceso a financiación a tasas bajas que garanticen el normal flujo para la inversión y los pagos, si se han convertido en problemas asfixiantes para el productor.
Más allá de las ventajas, sean muchas o sean pocas, la pregunta es si el dólar seguirá frenado, o si el “blue” estará cada vez más cerca del “oficial”. Para entender esto, hay que explicar que la economía está permitiendo algunos “negocios” que justifican dicho congelamiento. Por un lado, lo que dijimos: una mayor liquidación de los chacareros por mejora cambiaría que detuvo el “soja-ahorro”. Pero también, el pequeño pedaleo entre “dólar ahorro” versus “dólar blue”, o el negocio más sofisticado de comprar futuro, colocar al 30% y especular a la estabilidad cambiaría, suman para esta “tranquilidad”.
No obstante, es determinante para mantener el 8, la decisión del titular de BCRA, Juan Carlos Fábregas, de absorber todos los pesos del mercado, hacer que los bancos liquiden sus posiciones en dólares y restringir la emisión monetaria, más allá que dichas decisiones en conjunto hayan suspendido la cadena de crédito y estén deteniendo el consumo.
¿Cómo sigue esto?
Por un lado hay que mirar el ritmo de inflación. Extrañamente analistas de la oposición y el propio gobierno coinciden en decir que la inflación se está desacelerando. La explicación de los motivos sin embargo, difieren. Mientras que para los contrarios es producto de una violenta caída del consumo, para el gobierno obedece a una ordenada política de acuerdo de precios y a los denunciados injustos aumentos de costos donde el dólar y la devaluación no tienen impacto.
Hay argumentos más económicos, que políticos. Para otros, más políticos, que económicos. Estos adelantan que más inflación terminará comiéndose la devaluación, la cual llevará a otra devaluación. Algunos a esta altura hacen cálculos de cuál podría ser el precio del dólar en abril, en mayo o en junio. Por ahora, con un consumo aletargado, la negociación paritaria marcará que pueda pasar con el alza de precios, vía salarios. No habrá que ver tanto el porcentaje de la mejora, sino cuando se pague el aumento. El gobierno apuesta a que recién en enero de 2015 los asalariados reciban el fuerte de la actualización. Este ajuste por sueldos, congelará las expectativas inflacionarias, por lo cual mantendrá los “beneficios” de la devaluación.
En este sentido, y si las cosas marchan como piensa el gobierno, lo que podría darse a partir de abril, es una leve actualización del tipo de cambio, en limpio comencemos a superar los 8, lo que supondrá más oxígeno para el déficit de las cuentas públicas, y otro beneficio extra para la competitividad del campo.
Pero aquí no termina la cosa. La decisión de cerrar los acuerdos pendientes con la comunidad internacional, entiéndase pago a Repsol por expropiación de YPF o sellar cancelación de deuda con el Club de Paris, y hasta permitir una revisión del FMI a las cuentas argentinas, significa que el gobierno quiera ahora andar el camino del endeudamiento y de esta manera ingresar dólares a partir de agosto, cuando se termina el fuerte de la liquidación de la soja, la gran preocupación.
Aquí viene el tercer escenario. Sin haber llegado a otra devaluación grande como enero, el gobierno se estaría haciendo vía financiamiento externo de un excedente de dólares no calculados, que permitirá claramente que la política vuelva a dominar la economía y no que la economía siga llevándose puesta a la política. En ese camino, el gobierno volvería a impulsar el consumo, sin cerrar el grifo de gasto, y esta holgadez y mayor oferta de dólares generarían un nuevo retraso del tipo de cambio, con la consecuencia que pueda traer para la competitividad del campo. Como dijimos, una lluvia que no riegue al campo.
Por último China no es sólo noticia por la estratégica compra en Argentina, que hay que entender, lo hace a precio barato. China no compra sino se asegura y garantiza la demanda de alimentos para las próximas décadas. No es negocio sino geopolítica. China es noticia porque está dando indicios claros de un debilitamiento en la demanda de materias primas, que ayudan a completar un cuadro de una economía en desaceleración cuyas consecuencias se han vuelto evidentes, y que repercutirán en los precios de productos exportables. Léase para Argentina soja, que representa más del 35% de los ingresos de dólares para nuestro país. A esta altura, muchas cosas para tener en cuenta.
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