lunes, 26 de agosto de 2013

Autobuses Santa Fe


La improvisación de la Municipalidad de Santa Rosa quedó en el centro de la escena una vez más, aunque posiblemente del modo más contundente desde que comenzó la gestión de Luis Larrañaga como jefe comunal: el inicio de las tareas de Autobuses Santa Fe, en lugar de ser un motivo de satisfacción, representó para las autoridades un nuevo dolor de cabeza.
Los micros que se pusieron a andar resultaron insuficientes al menos durante el fin de semana; dejaron en evidencia la complicación que resulta que tengan el piso alto (ese dato, advertido por entidades que trabajan por los discapacitados, provocó además quejas de personas mayores de edad o con exceso de peso); no llegaron a todos los puntos prometidos; y en lo que resultó casi una metáfora en el primer día de recorrido quedó un colectivo “fuera de combate”.
Ni siquiera las autoridades municipales tenían en claro en estas horas cuántos coches estaban andando y cuántos choferes tenía a su disposición la firma, como consecuencia del conflicto gremial que sigue siendo una realidad y que instala más y mayores dudas para las próximas horas.
Tan inconcebible como ese dato resulta que el oficialismo no haya podido tratar formalmente el otorgamiento de subsidios, debido a que la ausencia del viceintendente Ángel Ceferino Baraybar impidió que se tratara el asunto en el cuerpo legilativo comunal, ya que de haberse concretado ese debate el oficialismo tendría las de perder, ante la ausencia de uno de sus hombres.
De todos modos, y por un acuerdo al margen de toda norma, la empresa cobró el boleto único a 4 pesos, como si el subsidio estuviera vigente.
El proceso no sólo ha puesto en evidencia la improvisación comunal, sino que puso al desnudo otra de las que parece ser una característica de esta gestión: la falta de transparencia.
Recién cuando los pliegos licitatorios llegaron al Concejo Deliberante se cobró noción de un dato que debiera ser relevante y que ya obliga a usuarios, vecinos y dirigentes a estar alertas: la propia comisión de pre-adjudicación que armó el municipio calificó la oferta de un modo que no es precisamente alentador, ya que en una escala de 0 a 10 le otorgó a Autobuses Santa Fe un 4,70.
Esa información clave, central, se convirtió en un secreto bien guardado: los funcionarios jamás dieron cuenta a nadie de esa calificación, con lo cual alcanza a comprenderse -aunque no a justificarse- porqué esa comisión no hizo sugerencias formales.
Si el cuerpo aconsejaba alguna acción, tenía que proponer que no se aceptara la oferta y la licitación quedara desierta, lo cual era políticamente inaceptable para Larrañaga, empeñado en cerrar el tema de una vez, aunque -está probado- eso no lo dejara a salvo del papelón.
Así las cosas, la comisión prefirió lavarse las manos y dejó en los funcionarios del Ejecutivo la misión de dar una voltereta argumentativa para otorgar el servicio a Autobuses Santa Fe aun con todos los problemas y advertencias que quedaron documentados.
A la situación gremial no resuelta; a los subsidios aprobados con retraso; a los colectivos que se siguen rompiendo, se añaden un par de detalles que le suman factores anómalos a esta historia: 1) la ya mencionada problemática del piso alto no sólo constituye una discriminación -además, al margen de lo establecido en los pliegos- sino que será un problema cotidiano para una importante porción de pasajeros; 2) pese a lo establecido en los pliegos, no funciona todavía el sistema de tarjeta magnética, que la documentación establecía como obligatorio desde el primer día.
A esta altura de los acontecimientos -y aunque el municipio y la empresa pueden hacer bastante por mejorar- hay una conclusión: entre la impericia, la emperrada decisión política de otorgar la prestación a esta empresa y el posicionamiento ideológico que le impidió a la Intendencia pensar en una alternativa estatal, cooperativa o mixta, se ha hecho todo mal.

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