sábado, 14 de noviembre de 2015

El campo a la hora de votar


Los tres períodos presidenciales del matrimonio Kirchner no pudieron haber sido más siniestros para el campo, aunque los dos últimos hayan sido peores que el primero. Sorprendieron por lo disparatado de las decisiones que afectaron a ese sector tan fundamental en el desenvolvimiento del país.
Los tres períodos presidenciales del matrimonio Kirchner no pudieron haber sido más siniestros para el campo, aunque los dos últimos hayan sido peores que el primero. Sorprendieron por lo disparatado de las decisiones que afectaron a ese sector tan fundamental en el desenvolvimiento del país.
En doce años se batieron, en relación con las actividades agropecuarias, las marcas negativas que pudieran haberse registrado en el pasado. Nunca fue mayor que ahora la hostilidad gubernamental en el terreno de las ideas. Tampoco en cuanto a la aplicación de políticas incomprensibles según criterios racionales de buena administración ni con referencia a un destrato sistemático hacia la condición ciudadana del productor agropecuario. Este último punto merecería examinarse alguna vez, por la virulencia dispensada, más que a la luz de una sociología aplicada a las cuestiones económicas, a psicologías enfermas.
El balance de estos tres períodos presidenciales, en números compartidos por Coninagro, Confederaciones Rurales Argentinas y la Sociedad Rural Argentina, arroja que desde 2002 dejaron la actividad 95.000 productores agropecuarios, o sea, casi un tercio del total, y que desde 2005 se cerraron 138 frigoríficos y la Argentina bajó desde el puesto tercero al decimocuarto como exportadora mundial de carnes, y un tambo cerró cada tres días en algún lugar del país. Más todavía, en los últimos años las economías regionales se fueron degradando, al punto de que todas se encuentran con una pérdida de competitividad tan manifiesta que no alcanzan a cubrir los costos.

En medio de ese cuadro, fue casi un milagro que en zonas rurales, en muchas de las cuales el oficialismo sufrió serias derrotas, sus candidatos hayan obtenido un número apreciable de votos. Eso explica que el gobernador bonaerense sostenga ahora que deben derogarse las retenciones al trigo, al maíz y a la cebada y a los productos de las economías regionales. Si esa es la posición del candidato oficialista, ¿por qué no comienza por aplicarla el gobierno que lo sostiene si no quiere que se entienda que lo apoya a medias?

Bienvenida, con todo, aquella revisión de posiciones que coloca ahora a quienes se constituyeron en los tres principales contendientes en la primera vuelta electoral en posiciones bastantes más próximas entre sí, y, en consecuencia, de mayor distancia con la política gubernamental de estos años. La magnitud del despilfarro kirchnerista de los recursos públicos no podría entenderse sin los 80.000 millones de dólares aportados por exacciones a los productores agropecuarios en lo que ha constituido una violación del principio de igualdad.
El tercero por votos recibidos, entre los candidatos que disputaron el derecho al ballottage el 25 de octubre, ya había anunciado en marzo, en Expoagro, que debían eliminarse las retenciones al trigo y suspenderse las que gravan al maíz. Además, Sergio Massa sostuvo la necesidad de acabar con el régimen de ROE, por el cual el Gobierno ha manipulado las exportaciones, sometiéndolas a un régimen no automático y de autorización especial, fecundo en generación de arbitrariedades y corrupción. Ese régimen comenzó a regir en 2006 para las carnes, y se extendió después para los lácteos y los granos.
Fue evidente que el campo comenzó en la primera vuelta electoral a volcarse en favor de la fuerza que con mayor énfasis y desde más largo tiempo había transmitido la necesidad de introducir cambios de fondo en la política económica que afecta las actividades agropecuarias. En un plan de trece puntos, Mauricio Macri propuso no sólo la reducción y eliminación de derechos de exportación de todos los granos y cereales y sus productos, de los productos de las economías regionales y de todas las carnes, sino también la reducción general de los niveles de presión tributaria efectiva y la amortización acelerada de las inversiones que se realicen.

Macri se comprometió, desde luego, a la eliminación de los ROE, y a la creación de un Ministerio de Agroindustria en reemplazo de la cartera que estos años, como nunca había ocurrido antes, se negó al diálogo. Cualesquiera que sean los resultados finales del próximo domingo 22, habrá cambios para un campo en verdadera crisis. Tanto Macri como Scioli han actuado en lo personal estos años de un modo diferenciado de los ideólogos y funcionarios del Gobierno.

El campo tuvo en cuenta a la hora de votar las experiencias acumuladas, pero también la fuerza, coherencia y continuidad de las convicciones con las que han sido defendidos en la política sus legítimos derechos. Volverá a hacerlo así, según todos los cálculos, el domingo 22.

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