El prestigio de la Argentina no se desmoronará por una condena a prisiónde la ex presidenta, sino por la continuidad de la impunidad
Analistas, comunicadores, dirigentes políticos y la ciudadanía en general especulan sobre la posibilidad de que la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner pueda ser condenada y enviada a prisión por algunas de las varias causas judiciales en que está imputada o procesada.
Incluso se han publicado sondeos de opinión pública de los que surgen que una amplísima mayoría cree que la ex mandataria debe ir presa, aunque también es alto el porcentaje de los que piensan que esto nunca se concretará. Es llamativo, asimismo, el elevado nivel de encuestados que aseveran haberla votado y ahora dicen que Cristina Kirchner debe cumplir prisión.
Algunos dirigentes sostienen que perjudica a la imagen del país que una persona que desempeñó la primera magistratura sea condenada y encarcelada. Y no faltan quienes consideran que se trata de una revancha de sectores afectados por sus políticas, cuando en realidad debieran rendirse ante la abrumadora evidencia del defalco sistemático que constituyeron los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner.
Lo sucedido en las últimas horas frente a la escandalosa actitud de rebeldía manifestada por la titular de Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, es otro indicador más de esa nefasta cultura donde algunos pretenden creer que se encuentran por encima de la ley y exentos de rendir cuentas ante la Justicia, aun cuando se investigan grandes negociados con fondos públicos para viviendas sociales que pagamos todos los ciudadanos. Su particular empeño por eludir una citación judicial -al parecer, ahora, depuesta- no sorprende en alguien que en reiteradas ocasiones instigó a la sedición, injurió a magistrados y periodistas, propició la toma del Palacio de Tribunales y hasta reconoció que celebró el criminal atentado terrorista contra las Torres Gemelas de Nueva York, que el 11 de septiembre de 2001 provocó la muerte de unas tres mil personas. Sí llama la atención la convocatoria a varios centenares de militantes kirchneristas que formaron un grueso cordón protector para impedir que fuerzas policiales se llevaran detenida a Bonafini. Algo que para muchos observadores fue un ensayo de cara a lo que podría sucederle más adelante a la propia Cristina Kirchner.
Ya en los años 80, el prestigioso y recordado filósofo del derecho Carlos Nino describía a la sociedad argentina a partir de un estado de anomia; es decir, un país que vivía y se acostumbraba a estar al margen de la ley.
Porque de eso de trata si en la Argentina vamos a vivir dentro del Estado de Derecho, luego de un ciclo donde imperó el atropello institucional y se usaron los resortes del Estado para perseguir a quienes pensaban distinto, se intentó controlar los medios de comunicación independientes y someter al Poder Judicial buscando destituir a los magistrados que no obedecieron sus perversos designios al tiempo que pretendieron investigar irregularidades que involucraban al poder político, como sucedió con el doctor José María Campagnoli y el magnicidio del fiscal Alberto Nisman.
No debiera haber privilegios para nadie, por eso lo que importa no es la imagen externa, sino el cumplimiento estricto de la ley que se debiera aplicar por igual tanto a la persona más modesta como a las que ocupan u ocuparon las más altas magistraturas a las que puede aspirar un ciudadano. Nada nos dará más prestigio internacional que ser una nación fundada y donde se hagan cumplir las leyes.
Tampoco debemos olvidar que nuestra Constitución establece garantías para evitar los atropellos y revanchas del poder político. Nuestra legislación es felizmente garantista, lo cual no significa que sea “abolicionista”, como pretendiera el ex ministro de nuestro máximo tribunal Eugenio Raúl Zaffaroni. Por eso las causas que afectan a la ex presidenta deben ser debidamente probadas y, si dan lugar a condenas que la lleven a prisión, éstas deben estar debidamente fundadas.
No llaman la atención las reacciones de la expresidenta y sus allegados. Se acostumbraron a estar por encima de la ley y a gozar de la complicidad de fiscales y jueces que por cobardía, ineficacia, complicidad, ideología o haber sido sobornados, no cumplieron con su deber y posibilitaron que, merced a la impunidad, se siguiera con el saqueo de los recursos públicos hasta el último día de gobierno kirchnerista. De allí el escepticismo de tantos ciudadanos que creen que Cristina Kirchner debe ser condenada pero dudan de que ello ocurra, a pesar de la enorme avalancha de pruebas que la comprometen.
El prestigio de la Argentina no se desmoronará por la posible prisión de la ex presidenta. Por el contrario, seguiremos inmersos en el desprestigio internacional y en lo interno crecerá el escepticismo en las instituciones si la impunidad sigue prevaleciendo y permanecen en sus puestos jueces y fiscales que han sido cómplices de los gravísimos delitos perpetrados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.