miércoles, 29 de mayo de 2013

 






A las 9 de la mañana, los rayos de sol todavía proyectaban la sombra de algún edificio sobre el Obelisco. A esa hora abrió sus puertas ayer en medio de la 9 de Julio un "mercadito ambulante" montado por la Mesa de Enlace para mostrar al público urbano las notables diferencias entre lo que cobran los productores por los alimentos y el precio que abonan, al final de la cadena, los consumidores. Las enormes distancias entre unos y otros, de más de 1.000% en varios rubros, quizás haya caldeado el ambiente de tal modo que apenas dos horas después, a eso de las 11, el cielo se puso negro y una fuerte tormenta descargó sobre Buenos Aires.

A las 9 de la mañana, los rayos de sol todavía proyectaban la sombra de algún edificio sobre el Obelisco. A esa hora abrió sus puertas ayer en medio de la 9 de Julio un "mercadito ambulante" montado por la Mesa de Enlace para mostrar al público urbano las notables diferencias entre lo que cobran los productores por los alimentos y el precio que abonan, al final de la cadena, los consumidores. Las enormes distancias entre unos y otros, de más de 1.000% en varios rubros, quizás haya caldeado el ambiente de tal modo que apenas dos horas después, a eso de las 11, el cielo se puso negro y una fuerte tormenta descargó sobre Buenos Aires.
Eduardo Buzzi (Federación Agraria), Carlos Garetto (Coninagro), Luis Miguel Etchevehere (Sociedad Rural) y Rubén Ferrero (CRA) esquivaron el trabajo más pesado: manipular las cajones de frutas y verduras, o encender el fuego unos metros más allá, para asar unos pocos cortes de carne. Los líderes de la Mesa de Enlace llegaron recién a las 9,30, para cumplir con la primera etapa de un nuevo plan de lucha del sector, ordenado tras 9 asambleas de productores de todo el país. La próxima escalada podría ser un paro agropecuario que detenga por algunos días las ventas de hacienda y granos, en junio. Pero, casi como una cortesía, los ruralistas patearon la pelota ayer hacia la cancha del Gobierno, a ver si la Rosada quiere alterar en algo esta saga de endurecimiento. En una carta dirigida a la presidenta Cristina Kirchner, enviada ayer mismo, le pidieron que los reciba y atienda los problemas del sector.
Esos problemas, según los dirigentes, parecen ser los mismos en todas las regiones y actividades productivas. Etchevehere explicó a Clarín que, debido a la combinación de una elevada presión impositiva y un tipo de cambio retrasado, la rentabilidad es nula o hasta negativa para muchas explotaciones agropecuarias, en especial de las economías regionales. La idea de montar una verdulería donde los precios fueran los que cobra el productor apuntó a demostrar que l a pérdida de poder adquisitivo que hoy afecta a los consumidores no es responsabilidad del sector primario.
Buzzi apuntó que la diferencia entre el precio inicial de un producto y el que paga finalmente la gente "en realidad queda en dos o tres tramos: el gobierno, los impuestos y cierta intermediación parasitaria de este país, castigando a los productores y perjudicando a los consumidores", sentenció.
Cuando el cielo comenzó a encapotarse preanunciando una peligrosa nueva tormenta, Mauricio Macri, el jefe de Gobierno porteño, se tomó unos minutos y bajó a solidarizarse con los productores que protestaban en el Obelisco. Quizás sin quererlo, dio un buen ejemplo de los montos que quedan en medio de la cadena comercial. "El fin de semana fui al supermercado y por cuatro peras me robaron 13 pesos. Y eso que era una oferta", comentó a los dirigentes agropecuarios que, a excepción del peronista Buzzi que se hacía el distraído y esquivaba las fotos, acudieron presurosos a saludar al líder del PRO. Unos metros más allá, se exponía un cajón de peras rionegrinas. Por ellas, el productor cobraba menos de 1 peso por kilo.
En la protesta ruralista se ofrecían además naranjas a 0,72 pesos, azúcar a 2 pesos, papa a 0,85 pesos, lechuga a 0,75 pesos, arroz a 1,28 pesos, manzana a 0,80 pesos; tomate a 1,50 pesos, leche a 1,96 pesos, y hasta carne vacuna a 16,33 pesos, siempre por kilo. Son esos los valores promedios a los que los chacareros declaran vender su producción. En todos los casos, están muy lejos de los que pagan los consumidores porteños y los de otras ciudades donde, como en Córdoba, también se repitió la escenografía.
El caso más patético lo relató Severino Cabrera, un productor de bananas de Formosa que trajo varios cajones de 20 kilos con esa fruta. A él le pagan 17 pesos por cajón, casi lo mismo que se cobra en la gran ciudad cada kilo de banana.

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