Había muchos temas para editorializar esta semana. Media pampa húmeda bajo el agua, tras el nuevo embate de las lluvias en los mismos días de Irma y Harvey; los veinte años de la Cámara de Feedlots; el congreso de etanol en Rio Cuarto (primera ciudad argentina que contará con una flota pública de vehículos flex); la amenaza de que vuelvan las retenciones al biodiesel; el daño que le hace a la industria avícola el conflicto de Cresta Roja.
Pero tuvo que aparecer el gobernador de La Pampa, Carlos Verna, para resolvernos el dilema de la elección. Muy suelto de cuerpo, el mandatario –de larga militancia en el peronismo– disparó que “es mentira que el campo genera empleo”. Sí, en La Pampa. Y justo ahora, cuando el ominoso manto del agua está amenazando a la única actividad productiva viable y concreta de su provincia: el campo y sus industrias derivadas. Más todo el comercio y los servicios alrededor de ellas.
Parece mentira, y es bastante fatigoso, tener que retomar el trabajo de Juan Llach y colaboradores “El empleo en las cadenas agroindustriales”. Fue realizado en el 2004 para la Fundación Producir Conservando. Allí, el autor remarca que el agro y lo que lo rodea explica nada menos que el 40% del empleo en la Argentina. ¡A nivel nacional! Imaginemos en La Pampa.
Recuerdo que en aquel momento, viendo la metodología, le planteé a Llach que quizá se quedaba corto. Hay muchísimas actividades que no aparecen, a la vista, como parte de la cadena, pero que en última están decisivamente influenciadas por ella. Un empleado de banco en el interior es fundamentalmente agro. Ya sea porque le presta plata al productor, o porque le opera sus excedentes. Las agencias de viaje. El que vende cloro para la pileta Igui que construyó el chacarero en su casa en el pueblo. El estacionero, el restaurante.
Que no lo entiendan en el conurbano bonaerense, vaya y pase. Pero en La Pampa…Y nada menos que el gobernador.
Vea, don Verna. Usted tiene ahí varias ciudades muy coquetas y potentes. Son precisamente las que están en su corazón agrícola del noreste provincial: General Pico, Realicó, Intendente Alvear. Son las que más crecieron, y son también las más bonitas, a pesar de sus esfuerzos por arruinarlas. Porque usted, gobernador, fue partícipe necesario de la extraordinaria exacción que vivió esa zona durante la década robada. O usted no sabe que, solo por retenciones a la soja y el girasol, esa región aportó al Estado Nacional más de 2 mil millones de dólares.
La cuenta es fácil: entre 2002 y 2017 produjo entre ambas 15 millones de toneladas. Un tercio fue para la Nación: uno de cada tres camiones despachados al puerto, con el flete pago por el productor, más el IVA. A un precio promedio de 400 dólares, son 2.000 millones de dólares que hubieran quedado ahí. Porque la gente de campo tiene la pésima costumbre de echarse encima todo lo que cosecha.
No es “derrame”, es “difusión”. Derrame tiene la connotación de sobrante. Difusión es lo que va permeando durante el proceso. Desde la compra de un chimango (de esos que fabrican los menonitas en Guatraché) hasta la instalación o expansión de un mega tambo. Usted tendría muchos más criaderos de cerdos si le hubieran dejado recibir plenamente lo suyo a los chacareros. Usted tendría más y mejor ganadería, porque los productores se vuelven locos con la posibilidad de convertir sus granos en carne. Tiene en la provincia dos grandes empresas con excelentes frigoríficos. Lo único que necesitan son novillos. No hay los suficientes porque los productores están descapitalizados. Encima, el agua.
Usted prefirió que sus secuaces del kirchnerismo capturaran ese ingreso para juntar votos repartiendo planes en la Matanza. Donde también se inundan porque inaugurar una canilla no fue suficiente para sacar el agua.-
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