Argentina ostenta un bajo porcentaje de terneros logrados, oscilando entre el 58 y 63% de acuerdo a las circunstancias climáticas, sequias o inundaciones, que hacen que la matriz nutricional de los vientres se vea afectada.
Este bajo índice reproductivo además oscila fuertemente entre las distintas regiones, teniendo cerca del 70 en Provincia de Buenos Aires y no mas del 36% en Misiones. Provincias como Santa Fe no despega más allá del 50%.
Mucho se ha hecho y poco se ha logrado con los planes sanitarios y ganaderos provinciales, por distintos motivos, o por considerar las causas netamente sanitarias o por olvidar o desconocer la realidad de los productores que deben cambiar su paradigma productivo. No es cuestión de rentabilidades, pues si se estudian series de años con buena rentabilidad no se observa un marcado aumento de los índices reproductivos en años buenos, ni siquiera siguiendo los años a estos periodos, al considerar que los efectos de las medidas tomadas en años más rentables tienen un efecto lento a través del tiempo, tampoco se mueve el índice.
La principal enfermedad, y de esto no hay ninguna duda, es la subnutrición. Mucho se ha hecho por instalar el concepto de condición corporal, pero aun detectada una condición que no es la adecuada no se toman acciones para corregir. La presión de la agricultura sobre los campos mixtos siempre termina dejando a las vacas con menos superficie y oferta forrajera que la necesaria. El productor medio de menos de 200 vacas ha podido flotar y/o sobrevivir haciendo un poco de todo. La vaca puede “galguear”, después se compone es el concepto de muchos.
La pregunta de porque en el mismo campo un productor hace agricultura satelital, propia o si lo arrienda, ve como se hace y exige la mayor tecnología, y en la parte ganadera no hay incorporación de tecnología.
Tampoco la ganadería es homogénea en todo el país, como sabemos hay 5 o 6 regiones ganaderas definidas con características agroecológicas y socio culturales absolutamente distintas.
Mucho se ha ensayado con magros resultados en los planes ganaderos, lanzados desde la provincias, mayoritariamente destinados a control de venéreas, poniendo énfasis en los profesionales que entran al campo y no en el productor que es quien se compromete y toma las decisiones. No hubo impacto en la matriz nutricional ni seguimiento de resultados, ni siquiera en aquellos casos en que había restricciones de movimientos para los que no cumplieran.
El productor debe tomar la decisión de cambio por estar convencido que necesita mas terneros. Hay que hacerle entender que luego no hay ninguna tecnología que corrija la perdida del ternero no nacido.
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