La exhibición de porcinos continúa hoy. Y mañana se eligen a los grandes campeones.
La letra fría dice que son seis las razas de porcinos que llegaron ayer a La Rural: Yorkshire, Duroc Jersey, Hampshire, Spot Polland, Landrace y Pietrain. Pero sin ser tan rigurosos se puede hacer una clasificación más concreta. A grandes rasgos hay dos categorías de chanchos: el que duerme todo el día, cruzado panza arriba en el corral, y el que molesta al del corral vecino, hurga en la viruta y vuelca el tarro en donde toma agua. Para los dos casos, siempre están atentos los cabañeros, que preparan todo para la competencia: cepillan los animales, les dan de comer (alimento balanceado y vitaminas) y les cambian el agua. Mientras tanto, cientos de personas pasan para ver a los animales menos glamorosos de la muestra, pero no por eso menos simpáticos.
Según se observa en la carpa de los porcinos, la categorización del público podemos extenderla también a madres, padres e hijos. Hay dos categorías de madres: la que le relata al hijo todo lo que el hijo puede ir viendo por sus propios medios (mirá cómo comen, mirá cómo juegan, mirá cómo duermen), y la madre que lo asusta todo el tiempo (no te acerques al chancho, no toques el chancho, no mires al chancho). Hay dos clases de padres: el que ve los chanchos y se imagina nadando en mares de jamón crudo y el que deambula como un zombie por La Rural, pensando en cuándo vuelven las clases). Por último, hay dos categorías de hijos: el que le da una mezcla de asco y miedo el chancho y el temerario que lo quiere tocar a toda costa, por más que el animal lo triplique en el tamaño.
Algo deben tener los chanchos, porque suelen convocar a una gran cantidad de gente. Como buenas vedettes, llegan siempre con La Rural ya empezada y son atendidos a puro lujo para el momento más importante. Hoy son las pruebas de clasificación. Mañana, la selección de los grandes campeones.
“¿Mamá, lo puedo tocar?”, pregunta Matías, con medio brazo ya dentro del corral. “No hacen nada, no tienen dientes”, asegura la mamá, que parece saber de esto más que la media. El que sí sabe es Leandro Gabrich, de la cabaña Don Valentín, en Chovet, Santa Fe. Tres de sus chanchos compiten este año y aspira a repetir el gran campeón de la raza Yorkshire que sacó el año pasado. “Tenemos fe”, dice. Para elegir un gran campeón, los jueces miran la contextura del animal, el volumen de los jamones y también la apertura de la zona delantera, o sea, que tenga un pecho prominente. “Un animal de estos cuesta ocho mil pesos promedio. Si es bueno, puede llegar a 15 mil”, dice. Para los productores, la presencia en La Rural es un símbolo del crecimiento del sector: “Antes en Argentina se comían 4 kilos por año de carne de cerdo. Hoy estamos en 11 por año”, dice Leandro, que hace de guía para todos los visitantes. “¿Estos van a frigorífico, no?”, le pregunta uno esperanzado. El chancho señalado no parece preocupado. Está en la categoría de los que duermen todo el día.
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