martes, 3 de julio de 2012

La ganadería y el arribo de la recesión económica



La actividad está en plena fase de retención, con una oferta muy baja en términos históricos. Aun reduciendo las exportaciones al mínimo, no alcanza para consumir más de 5758 kilos.
Antes de lo que se esperaba, la economía argentina está pasando de la desaceleración a la recesión. Con un gran número de sectores y ramas de la industria cuya performance se ubica por debajo de un año atrás.
Están abajo la inversión, las exportaciones, las importaciones y buena parte del consumo. Pero la demanda por alimentos, y en particular la demanda por carne vacuna, todavía se mantiene en niveles muy altos. Además, si bien el precio de la carne al mostrador en los últimos dos años se incrementó, lo hizo por debajo de la inflación, de los aumentos salariales y de los precios del resto de los alimentos, con la excepción del pollo. La oferta actual de carne aviar (40 a 42 kilos per cápita) sólo puede ser absorbida a los bajos precios que se observan en el mostrador, y que determinan una rentabilidad negativa o nula para las empresas del sector.
La ganadería argentina entra en un período recesivo en lo económico y probablemente turbulento en lo político, con una oferta baja, propia del período de retención que está viviendo. En un momento de incertidumbre, y de falta de alternativas financieras, la hacienda –con un precio real más bajo que un año atrás– luce como una buena inversión y resguardo de valor frente a la inflación. La experiencia histórica reciente indica que en momentos de crisis económica, la actitud de los ganaderos es más de acentuar la retención que de liquidar.
 
El precio real del novillo, que tocó su máximo contemporáneo en términos reales en noviembre de 2011, no hizo otra cosa más que caer, pero muy lentamente, y a partir de valores extremadamente altos en términos históricos. De acá en más, debe esperarse que el precio del novillo, en un contexto de 25 por ciento de inflación, tenga ajustes anuales –probablemente en febrero-abril–, que casi seguramente se ubicarán por debajo de la inflación. La pérdida del valor real del novillo viene más por el incremento en el costo de los insumos, que por la suba del índice de precios. En resumen: la ganadería entra a un período recesivo de la economía, en plena fase de retención, con una oferta muy baja en términos históricos que, aún reduciendo las exportaciones a los mínimos conocidos, no alcanza para consumir más de 57-58 kilos.
El stock ganadero hace ya dos años y medio que atraviesa una recomposición, que permite anticipar que el mínimo de oferta se tocó en 2011. Desde ahí, sólo podemos esperar (más o menos rápida) una recuperación de la faena y de la producción. La oferta en 2011 fue de sólo 2,48 millones de toneladas y para este año se espera una suba del seis por ciento en la faena y de 4,5 por ciento en la producción. La diferencia se explica por la caída de más de 8 a 9 kilos experimentada en la cantidad de carne en gancho aportada por cada res. Debido a que se matan muchos más terneros que el año pasado. El porcentaje de hembras, que tira abajo este indicador, sigue excepcionalmente bajo, pero el crítico momento que está pasando la exportación empuja a miles de invernadores a terminar sus novillos a menor peso. El feedlot, que recuperó la renta perdida, ahora encierra un gran número de terneros machos, lo que también reduce el peso medio.

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