domingo, 1 de febrero de 2015

La balanza no tiene piedad con los malos hábitos alimentarios



Un trabajo realizado por profesionales del Cepea recomienda un esquema de alimentación saludable y compatible con los agronegocios de perfil exportador.
La población argentina consume proteína en exceso. Su dieta típica se sustenta fundamentalmente en grandes ingestas de carne vacuna de alto contenido graso, pollo, pan, harinas sumamente refinadas, fiambres, embutidos y bebidas azucaradas. La contraparte es que consume pocas hortalizas, frutas, legumbres, leche y derivados de cereales de buena calidad nutricional.

Estos malos hábitos imponen el cambio por un esquema de alimentación saludable y compatible con los agronegocios de perfil exportador. Así lo entendió un grupo de profesionales del Centro de Estudios sobre Políticas y Economía de la Alimentación (Cepea), en un trabajo titulado “Comer saludable y exportar seguridad alimentaria al mundo”. La presentación ganó el Premio a la Excelencia Agropecuaria LA NACION-Banco Galicia en la categoría Mejor Trabajo de Investigación, edición 2014.

Sus autores fueron los licenciados en Nutrición Sergio Britos, Agustina Saraví y Nuria Chichizola, director, directora asociada e investigadora, respectivamente, del Cepea, un espacio de investigación y consultoría estrechamente vinculado con la Escuela de Nutrición y con el Programa de Agronegocios de la Facultad de Agronomía, ambos de la Universidad de Buenos Aires.
“La Argentina dispone de los fundamentos necesarios para ser competitiva, no sólo en producir alimentos, sino en desarrollar las bases de una nutrición saludable para nuestra población y para un mundo demandante de alimentos”, dijo Britos.

El estudio tiene implicancias en la salud de los argentinos pero también en la producción de los distintos alimentos que necesitan de políticas diferenciadas. Algunas demandan de un estímulo para aumentar su consumo interno y otras, con producciones superavitarias, requieren que se les abra las puertas de la exportación.

De la investigación surge que, en términos generales, la disponibilidad de alimentos en la Argentina es plena y tiene niveles superiores a los requerimientos de su población. Es de 3000 calorías diarias por persona en promedio, 750 más que lo requerido. Pero cuando se analiza en detalle los distintos aspectos de la alimentación es cuando aparecen los desequilibrios. El primero de ellos es que la población argentina consume y también se le suministra proteína en exceso: cien gramos diarios cuando se recomiendan 60 gramos.

Según Britos, “los argentinos comemos mal, tenemos brechas importantes por superar y parte de ellas, paradójicamente, pueden favorecer más exportaciones”.

Así, por ejemplo, dijo el investigador, comer algo menos de carne vacuna y trigo altamente refinado puede liberar saldos exportables y, a la vez, hacer que internamente avancemos hacia una alimentación más saludable. “Para ello, entre otras cosas, es necesario que el Estado defina que estándar de nutrición quiere para la Argentina de los próximos 20 años y desde la escuela se empiecen a formar mejores hábitos alimentarios”, señaló Britos.

Por su parte, la nutricionista Agustina Saraví, expresó que “en los últimos veinte años, los argentinos, a la par del mundo, consolidamos un cuadro obesogénico y de enfermedades crónicas (como diabetes, hipertensión y cardiopatías, entre otras) que antes eran propias de la adultez y hoy se manifiestan desde la niñez” .

En tanto, su colega Nuria Chichizola dijo que “no se trata tan sólo de garantizar comida, sino de producir con altos estándares saludables y sustentables: más nutrientes en menos calorías y a la vez calorías con menos azúcares simples y menos sodio”.
Según Britos, el trabajo “intenta ser un puente entre dos ambientes (el campo y la nutrición), que son parte de lo mismo: la comida”. Uno de sus objetivos fue determinar las brechas alimentarias y nutricionales del consumo global de alimentos en el país en las mismas categorías de alimentos adoptadas como recomendación por las nuevas Guías Alimentarias que propondrá el Ministerio de Salud para los próximos diez años.

Los valores surgen de un estudio de consumo aparente de alimentos para el año 2011 realizado sobre la base de datos del Ministerio de Agricultura; el Centro de Documentación e Información del Ministerio de Economía, cámaras empresarias del sector alimentario y recopilación propia de estudios de mercado.

Además, el trabajo definió un patrón alimentario normativo, adecuado a los lineamientos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), referido a la estructura del consumo de alimentos, según la cantidad, unidades de energía y clasificación por categoría. Explica que la brecha alimentaria es la diferencia entre las cantidades consumidas de alimentos y las recomendadas. Cuantifica con valor positivo a las que se consumen de más y negativo a las ingeridas por debajo del equilibrio.

Superar las brechas negativas requiere de la adopción de estrategias que favorezcan mayores consumos. En tanto, moderar las brechas positivas puede significar la liberación de cantidades de alimentos para destinarlos a otros fines, como por ejemplo, la exportación.

Por ejemplo, y según la investigación, las frutas y hortalizas tienen una brecha alimentaria negativa del 58 por ciento. Se consumen respectivamente 2.833.000 y 2.868.000 toneladas, cifras que deberían sumarle, en ambos casos, 3.880.000 toneladas.

En cambio, en las carnes, con un consumo de 2.238.000 toneladas, la brecha positiva es de 92%, y en trigo para pan, con 2.983.000 toneladas consumidas, la brecha positiva es del 85%. Disminuir este exceso generaría un saldo potencialmente exportable equivalente a cuatro veces más en carne y 13% más en trigo.

En tanto, la brecha nutricional es la diferencia entre el perfil de los alimentos tal como se consumen (azúcares agregados, sodio y grasas saturadas) y el recomendado.

El trabajo concluye que hay altas brechas positivas nutricionales para las carnes industrializadas (sobre todo en cortes grasos, fiambres y embutidos) que son del 176% en grasas saturadas y del 96,5 % en sodio; que las carnes frescas tienen un 60% en grasas saturadas; los quesos, un 94% en grasas saturadas y 47,5% en sodio, y la leche, un 47% en grasas saturadas.


DESAFÍOS

Sergio Britos
Nutricionista
“Los argentinos comemos mal; tenemos brechas importantes por superar y parte de ellas pueden favorecer más exportaciones”

Agustina Saraví
Nutricionista
“En los últimos 20 años los argentinos, a la par del mundo, consolidamos un cuadro obesogénico y de enfermedades crónicas”

Nuria Chichizola
Nutricionista
“No se trata tan sólo de garantizar comida, sino de producir con altos estándares saludables y sustentables: más nutrientes en menos calorías”

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