La presidente volvió a la carga en una nueva cadena nacional. La comenzó con una aspiración jamás antes insinuada: que la Justicia torne obligatorio para los medios privados de prensa difundir la propaganda del gobierno. Nunca antes ningún presidente de la democracia moderna y de la democracias desde 1853 se había animado a tanto.
La Sra. de Kirchner intentó sostener su mensaje en un engañoso argumento en el que hizo referencia a la obligación republicana de dar a conocer los actos de gobierno: Macanas. O cinismo. Esa obligación se cumple por la publicación de los actos de gobierno en el Boletín Oficial, no con la concesión de espacios gratuitos para que el gobierno de turno utilice los medios de la sociedad para llevar adelante lo que no es otra cosa que adoctrinamiento.
Se trató de una pretensión presidencial volada a la estratósfera. Hasta cuesta creer que la presidente lo haya insinuado en serio. Salvo, claro está que tenga en mente un definitivo sistema de dictadura estatal de medios.
Se refirió luego a la presencia de la gobernadora de Santiago del Estero, Alejandra Zamora, diciendo que ningún "artilugio" pudo impedir la manifestación democrática del pueblo de esa provincia. A veces uno se pregunta cómo a la presidente da la cara para llegar a algunos extremos. Utilizar precisamente la palabra "artilugios" para referirse a la situación de Alejandra Zamora cuando todo el mundo sabe que ella ha sido, precisamente, la personificación misma de un "artilugio" para que Zamora no perdiera el poder en la provincia, es de una audacia notable.
En efecto, Gerardo Zamora intentaba -anticonstitucionalmente- hacerse elegir por tercera vez en la gobernación. Cuando las cortes de Santiago y de la Nación le dijeron que no podía permanecer eternamente en el poder, Zamora sacó de la manga el "artilugio" preferido de los políticos: "Ah..!, no puedo? Perfecto, entonces aquí les presento a mi esposa..."
Muy bien a esta fantochada que supera en mucho los desaguisados feudales de la familia Juárez, la presidente lo ha llamado "la victoria del pueblo sobre los 'artilugios'".
Luego de referirse a los comentarios del asesor sciolista, Miguel Bein, según los cuales una conspiración internacional se proponía hacer volar por los aires al gobierno, la Sra. de Kirchner dedicó un largo capítulo al tema de los precios, por supuesto desde su particular perspectiva de que un conjunto de inescrupulosos, para llenarse de plata, los aumenta en perjuicio del pueblo pobre.
Y es en este punto en donde uno se pregunta si la presidente realmente cree que un país puede organizarse sobre la base permanente de la delación. Según la Sra. de Kirchner debemos ir a un esquema social en donde milicias de vecinos (por ahora, se supone, desarmados) vayan delatando a los miserables almaceneros que aumentan los precios. Más allá del peligrosísimo mensaje que desde el punto de vista de la tranquilidad pública eso sugiere, uno debe preguntarse si la jefa de Estado realmente cree que ese puede ser un sistema de vida sano; un esquema de convivencia aspirable, en donde una parte de la sociedad señala y acusa a la otra de ser su victimaria.
La delación no es un organizador social sano. Y nunca un país de buena leche podría aspirar a organizarse sobre esa base. ¿Qué tranquilidad social podría ofrecerse con esos parámetros?
Un acuerdo de precios -ya se ha dicho mil veces- es básicamente un instrumento inútil. Tal vez pueda funcionar por algunas semanas mientras se implementan otras medidas coherentes por otro lado. Pero suponer que a ello puede reducirse un plan económico racional es ser poco menos que un fetichista. Ningún país puede funcionar sobre la base de lo que es excepcional. Los países avanzados se arman a partir de admitir lo que son las conductas promedio normales de la gente común. Y no puede tomarse como normal la transformación de la gente común en un ejército civil de delación enfrentado a un supuesto enemigo intergaláctico.
El día que la presidente acepte el universal principio de que la gente está formada para buscar y defender en principio y antes que nada su interés propio y que lo inteligente de un gobierno consiste en buscar la manera de que ese interés coincida con el general, de modo que mientras las personas lo persiguen naturalmente generen un bien residual al conjunto, quizás se acerque al más rudimentario de los palotes del entendimiento del comportamiento humano. Mientras no lo haga la presidente seguirá enfrascada en una guerra utópica que podrá ser muy demagógica, pero que tendrá un resultado práctico cercano a cero.
Luego volvió a insistir sobre la no incidencia del dólar en algunos precios internos y basó su argumentación en que, por ejemplo, la yerba mate no tiene que aumentar porque el mate es argentino y los argentinos transamos en pesos. En el mismo sentido volvió a insistir con su ejemplo sobre el precio del cemento. Sería interesante que alguien le informe a la Sra. de Kirchner que para cultivar la yerba mate mucha tecnología agraria tiene componentes importados y que el gran componente del costo en la producción de cemento proviene de la energía que está completamente dolarizada, como bien lo sabe su ministro De Vido y todos los argentinos que año a año debemos pagar una factura de 13 mil millones de dólares de combustibles importados.
Respecto de los impuestos la presidente reivindicó el principio "solve et repete", (pague y luego reclame la devolución) bajo el argumento de que "el Estado nunca es insolvente". ¿Perdón?, ¿que el Estado nunca es insolvente?, ¿por qué no va a preguntarle eso a los jubilados que aun esperan el pago de sus juicios?, ¿no juega allí el principio de "solve et repete", si acaso cree que el Estado tiene razón en contra de las posturas de los viejos?
Cuando contó su caso del cemento en la provincia de Rio Negro, reivindicó -en buena hora- la competencia, para que haya muchas empresas que eviten la cartelización de los precios. Pregunta: ¿y qué clase de clima de negocios ha fomentado el gobierno de la Sra. de Kirchner para que en el país haya muchas empresas que aumenten la oferta de bienes...? Si se la han pasado insultando y acusando a todo el mundo. ¿Quién querría formar parte del club de los "inescrupulosos" empresarios que aparecen escrachados en carteles públicos firmados por organizaciones paragubernamentales?
Finalmente, como no podía ser de otra manera, le dio una mano de bleque a los medios, en este caso, centralizando su furia contra La Nación a quien acusó de deber impuestos por $300 millones.
El diario La Nación tiene efectivamente una controversia inconclusa con el Estado por la interpretación de una normativa impositiva que el diario sostiene eximía a la empresa del pago de una serie de impuestos. Su postura está fundamentada y ha tenido, incluso, decisiones intermedias favorables a su postura. En todo caso no hay ninguna sentencia firma que diga que el diario debe ese dinero. La presidente debería estar a otra altura, cuidar su nivel y no descender a semejantes escalones de "mojadas de oreja" como si fuera un bravucón de barrio. La gente ya bastante le perdona expresiones como "hablo para que no digan que estamos aquí 'rascándonos...'" con la que ayer comenzó su aparición.
Es hora de que la Sra. de Kirchner jerarquice su investidura y sepa defenderla incluso -y antes que nada- desde las formas de sus expresiones. Y también es hora de que agregue algo de sustancia a su relato, porque es casi seguro que la mayoría de la sociedad no podría recordar cuál fue, fuera de sus diatribas, el anuncio central de la cadena nacional .
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