El plan del nuevo equipo económico al asumir era claro: hacer subir al dólar oficial más de prisa y controlar el alza del paralelo. Pero el incremento del billete informal estira la brecha cambiaria y complica las cosas. Desarmar las restricciones, ¿misión imposible?
El debate estaba picante y se levantaba la temperatura en el estudio televisivo. De un lado, Artemio López, consultor cercano al kirchnerismo, y del otro, analistas y políticos críticos del Gobierno.
El tema: los cambios tras el regreso de Cristina Kirchner y la designación de los nuevos ministros.
En un momento, llegó la esperable “chicana” sobre cómo el kirchnerismo estaba traicionando sus postulados al hacer un giro amigable al mercado financiero.
Y entonces Artemio demostró por qué es uno de los invitados “rendidores”, al pronunciar esta frase de antología: “Y bueno, cada quien tiene el FMI que se merece, ustedes lo tuvieron para endeudarse, nosotros para financiar las obras de infraestructura”.
No se puede pedir una definición más elocuente sobre la filosofía kirchnerista.
Sintetizaba, con desparpajo no exento de humor, el giro retórico que encontró “el relato” para justificar laadopción de medidas que el Gobierno siempre dijo que no haría por ser contrarias a los intereses nacionales y populares.
Así, para la administración K no hay un único FMI, sino que hay una versión “buena” y una “mala”.
Hay un tipo de endeudamiento que está vinculado con la especulación y a dejarles ganancias a los intermediarios. Y hay otro bueno, el que sirve para apuntalar el desarrollo y que no implica que desde afuera se le impongan recetas al país.
Con menos gracia que Artemio, pero con el mismo sentido, el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, hablando ante empresarios de la construcción, hizo la misma diferenciación: “No es cierto que la Argentina no tenga acceso al financiamiento internacional, pero una cosa es no acceder para reciclar recursos financieros yotra hacerlo para obras”.
Y adelantó que el objetivo es obtener en 2014 préstamos por u$s5.000 millones, no todos del FMI, claro, sino mediante una diversidad de programas con organismos multilaterales.
“La necesidad tiene cara de hereje”, afirma el economista Jorge Todesca, que argumenta que el Gobierno está pagando ahora su política de aislamiento de los últimos años.
Mientras esto ocurre, el Banco Central ha perdido, en apenas tres años, la friolera de u$s20.000 millones, en un “barrio” donde todos los países vecinos han incrementado sus reservas.
Para peor, desde la instauracion del “cepo” se cerró una a una las ventanillas que dejaban dólares, incluyendo la de los organismos internacionales (ver cuadro).
La sola mirada a este gráfico permite entender:
• Por qué se llegó a un acuerdo con Repsol por YPF.
• Por qué se le pagará a empresas que ganaron juicios en el Ciadi
• Por qué Lorenzino negociará con el Club de París.
• Por qué se presentará un nuevo Indec de precios.
• Por qué se trata de cerrar el litigio con “fondos buitres”.
• Por qué se le pagará a empresas que ganaron juicios en el Ciadi
• Por qué Lorenzino negociará con el Club de París.
• Por qué se presentará un nuevo Indec de precios.
• Por qué se trata de cerrar el litigio con “fondos buitres”.
Como dijo Cristina Kirchner en su discurso de reaparición tras su licencia médica, llegó el momento de proclamar que “no tenemos prejuicios ni anteojeras”.
Toda una definición sobre cómo a partir de ahora el endeudamiento pasará a formar parte de “la profundización del modelo”.
Un mercado de capitales “Nac&Pop”
En ese contexto, así como surgió un “FMI bueno y uno malo”, hay toda una larga lista de conductas que ingresaron en ese proceso de transformación:
En ese contexto, así como surgió un “FMI bueno y uno malo”, hay toda una larga lista de conductas que ingresaron en ese proceso de transformación:
• Hay una devaluación mala, que es la que reclaman aquellos que hablan del atraso cambiario, y está la buena, que es la que impulsa Axel Kicillof para achicar la brecha con el blue y devolver lentamente competitividad a los exportadores.
• Hay un tarifazo malo, que era el que pretendían los economistas cuando denunciaban el insostenible costo de los subsidios. Y hay uno bueno, que es el “readecuamiento” que anunciaron Kicillof y Capitanich.
• El acuerdo para “moderar” las paritarias es malo si lo piden las cámaras, porque implica usar al salario como variable de ajuste. Pero es bueno si, como ocurre ahora, se hace “para preservar el empleo”.
• Hay una forma de asociación con empresas extranjeras que implica regalar los recursos del país. Peroestá la otra, como lo pactado con Chevron y con Exxon, que ayuda a recuperar la soberanía hidrocarburífera.
• También la existencia de un dólar blue es nociva porque alienta la especulación, la ilegalidad y la cultura dolarizada. Pero en los hechos se está implementando un “blue bueno” para los inversores dispuestos a traer dólares con destino productivo.
Y así sucesivamente, hasta llegar a lo que aparenta ser el más espectacular giro en esta nueva fase del kirchnerismo: el alivio gradual a las restricciones al dólar, como primera parte de un plan que busca, en última instancia, el levantamiento del cepo.
Este es el objetivo para el cual el Gobierno está trabajando y que, en definitiva, es la raíz de fondo de todas las iniciativas tomadas recientemente.
El cómo hacer para justificar que antes las restricciones eran buenas y que levantarlas también será bueno para el país -sin caer en contradicciones- será parte de la magia del relato K.
En la argumentación oficial, esta medida fue necesaria en 2011 porque se estaba sufriendo el embate especulativo contra la moneda nacional.
Con el cepo, se decía que se iban a lograr varios objetivos, entre los cuales el más importante sería el de canalizar los dólares hacia las compras de maquinarias y apuntalar la reindustrialización. Esa fue, al menos, la fundamentación de Kicillof, que luego fue desmentida por la realidad, cuando se constató que la tasa a la cual aumentaba la importación de automóviles cuadruplicaba a la de bienes de capital.
Además, pese al deseo oficial, el cepo fue responsable directo de la suspensión de proyectos de inversión, ya que las empresas se han negado a vender sus dólares a un precio por debajo del de mercado y después no poder recomprarlos para girar utilidades.
Para peor, tampoco ha sido eficiente en detener la acelerada caída de divisas y encima ha sido uno de los grandes culpables del revés electoral del oficialismo.
Estos hechos han convencido al Gobierno de que ha llegado la hora de buscar una salida.
Así, se ha propuesto que -antes de las elecciones de 2015 y si es posible para este 2014- se avance en unplan para desarmar las restricciones y llegar a un régimen en el cual se permita comprar dólares para atesoramiento.
En una primera instancia, con un tipo de levantamiento gradual, aunque sea con un tope relativamente bajo por persona. La versión que ha circulado con más insistencia es la de u$s10.000 por año.
Por lo pronto, hacer subir aceleradamente al dólar oficial al tiempo de haber querido moderar el alza del paralelo (y del conta con liqui), es un camino que muchos analistas vieron inicialmente -con la asunción del nuevo equipo económico- como un intento de que las cotizaciones a futuro converjan a un valor intermedioo que, al menos, estén muy cerca unas de otras, lo que facilitaría el “operativo desarme“.
Sin embargo, pese a la continua venta de bonos para reducir el valor del conta con liqui y así contener al blue, lo cierto es que la divisa informal no da muestras de querer bajar, lo que complica los planes del Gobierno tendientes a desactivar, en algún momento, el cepo cambiario.
No obstante, la administración K confía en que si se pasa el momento del año de mayor demandaestacional de dólares, ahora en verano, entonces no estará perdida la batalla por achicar la brecha entre el tipo de cambio oficial y el paralelo.
Que se encargue el inventorKicillof ya ha dado algunas señales claras respecto de cómo se espera avanzar en el delicado desarme del cepo.
Sus primeras declaraciones apuntan a que, a diferencia de lo ocurrido hasta ahora, el foco no debería ponerse tanto en la demanda de dólares sino en la oferta.
En otras palabras, que en vez de recurrir a la antipática metodología de reprimir la compra mediante la imposición de un cepo, conviene más buscar otras ventanillas en el exterior a las que ir a pedir dólares.
Todos los cambios que se vienen insinuando -como la vuelta al mercado de deuda- y la fuerte aceleración en el ritmo devaluatorio, apuntan al objetivo de acortar la brecha.
El éxito de corto plazo estuvo posibilitado por la llegada de inversiones de Chevron y por la liquidación anticipada de dólares por parte de las exportadoras de cereales. Nada de esto fue barato, desde ya: Kicillof debió aceptar el otorgamiento de un “seguro de cambio” más una tasa de interés.
Pero es cierto que se busca achicar la brecha con la entrada de capitales del exterior, más la venta de títulos de la Anses.
Es por este motivo que una de las preguntas que ha ganado más relevancia es la de si es posible pensaren un levantamiento del cepo o si resulta una utopía.
Hasta hace poco tiempo, en plena campaña electoral, hasta los asesores de los opositores más acérrimos admitían que no era realista pensar en eso en lo inmediato, ya que se corría el riesgo de un vaciamiento del Banco Central.
Sin embargo, hoy el Gobierno puede mostrar un módico avance en cuanto a la posibilidad de que ingresen dólares frescos, luego de las señales más “market-friendly”, como la de acordar el pago tras haber nacionalizado YPF.
Por cierto también abundan los pronósticos escépticos. Como el de Alfonso Prat-Gay, ex titular del Central, que dice que sí es posible levantar las restricciones pero no con la metodología que ensaya Kicillof.
“El cepo es fácilmente levantable, con un programa antiinflacionario. Porque, en realidad, parte del daño de la devaluación ya está hecho con el dólar paralelo”, afirma Prat-Gay.
Y agrega: “Kicillof quiere, de a poquito, juntar las puntas entre oficial y blue. El problema es que si trata de hacerlo de a poquito nunca terminará de resolverlo y habrá un impacto directo en la inflación”.
Hay también debate respecto a cómo es la relación causal: ¿la llegada de inversiones será lo que permitalevantar el cepo o, más bien, debe primero liberarse el mercado cambiario para que lleguen los dólares del exterior?
Para los analistas de la consultora Economía&Regiones, no hay dudas al respecto: “Más inversión externa directa exige sí o sí relajar el cepo cambiario y las trabas a las importaciones, ya que ningún inversor internacional vendría sin la certeza de que podrá girar dividendos y acceder a los insumos necesarios para la producción”.
En tanto, las decisiones recientes apuntan a un desdoblamiento informal. Como la aprobación del mecanismo por el cual puede comprarse un bono en dólares y venderse en pesos… a valor de mercado.
En otras palabras, que el objetivo declarado por Kicillof, ese de focalizarse más en agrandar la entradaque en achicar la salida de dólares, está en plena ejecución.
Lo que se busca por este mecanismo -y luego del estrepitoso fracaso del plan Cedin- es que quienes tienen dólares sientan que existe una alternativa lo suficientemente atractiva para deshacerse de sus billetes.
El éxito final de esta estrategia es una incógnita. En principio, los analistas han mostrado cierto escepticismo, no tanto por las herramientas buscadas sino por el apego a la política cambiaria de “mini devaluaciones”.
El punto que señalan los economistas es que una devaluación gradualista -como la que se está realizando- escontraproducente. Porque la expectativa de una suba continua del billete verde hace que los importadores incurran en el “sobre stock” mientras que los que tienen divisas las atesoren.
Está claro que el objetivo buscado no es fácil. Y mientras tanto, los funcionarios cruzan los dedos para que el verano pase rápido y lleguen los dólares de las exportaciones agrícolas, más los que aporte el mercado financiero luego de los gestos amistosos del Gobierno. Todo, con un objetivo central: desarmar la bombaque, ahora admiten, nunca se debió haber armado.
Una situación extraña, que el analista Jorge Asís define como la “vuelta a la identidad peronista” y la adopción de una política liderada por Kicillof que implica “el fin del relato que colapsa”.
Y concluye: “El acuerdo con Repsol demuestra que los Kirchner-cristinistas son muy duros en el difícil arte de arrugar; pero a la larga arrugan”.
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