El uso de defoliantes químicos y la puesta en marcha de distintas estrategias según la escala de los cultivos permiten reducir las pérdidas provocadas por las aves.
Uno de los mayores enemigos que enfrenta el girasol en Argentina –especialmente en La Pampa y NEA– es la plaga de palomas. Con el paso del tiempo, la tenacidad y a la vez la irregularidad de sus ataques han desconcertado y descorazonado a los productores, llevando a que algunos de ellos se resignen a no sembrarlo.
Afortunadamente, el conocimiento sobre el problema ha aumentado en los últimos años, se han llevado a cabo diagnósticos, y se han ensayado diversas técnicas y tecnologías para mitigar los daños. El uso de defoliantes para acortar el tiempo de exposición del cultivo frente a la plaga y la puesta en marcha de diversas estrategias de acuerdo a la escala del cultivo demostraron buenos resultados en distintos ensayos llevados a cabo por el INTA.
Para el investigador del INTA Anguil, Mauricio Farrell, las soluciones a la plaga son una cuestión “de mediano a largo plazo”. “No obstante –apunta– en la provincia de La Pampa, por tener un gran área marginal, donde muchos productores no pueden hacer otro cultivo que el girasol, es importante realizar trabajos a los efectos de atenuar las pérdidas”.
En este sentido, sostiene que una buena estrategia consiste en el uso de defoliantes químicos, que no sólo permiten liberar el lote anticipadamente, sino que también aumentan la eficiencia en la cosecha, dejando menos alimento disponible para la plaga.
Según un trabajo de diagnóstico sobre los daños por palomas en La Pampa llevado a cabo conjuntamente por el INTA Anguil y la Asociación Argentina de Girasol (ASAGIR) -cofinanciado por el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación-, los lotes más afectados (con daños superiores al 12%) circundan el área de montes de la provincia. “Por ser un área marginal, conviven cultivos que no llegan con un buen tamaño de capítulo y por lo tanto son los más dañados”, señala Farrell, coautor de la investigación. “A medida que vamos hacia el Este, ese daño tiende a ser bastante menor”, añade.
Un segundo aspecto asociado al daño por paloma es el proceso de cosecha. En La Pampa, las pérdidas en la trilla alcanzan los 100 kilos por hectárea, siendo el cabezal responsable por el 60% de esa cifra. “Las dos causas más importantes que hemos detectado son la desuniformidad en la maduración y la presencia de malezas de fin de ciclo que dificultan el trabajo del cabezal”, sostiene, y advierte: “Todo esto contribuye a que la plaga se manifieste sobre un área determinada y la población aumente”.
“Por un período de 3 años hemos evaluado distintos defoliantes, en diferentes dosis, lo cual nos permitió, tras las aplicaciones, comprobar la tasa de secado, humedad de grano, eficiencia de cosecha y simultáneamente los daños por paloma en cultivos tratados y no tratados”, cuenta Farrell. “Desde que el cultivo llega a la madurez fisiológica, pasan de 18 a 22 días hasta la cosecha. Nosotros nos propusimos acortar ese período para quitarle la disponibilidad del cultivo a la paloma”, explica.
La experiencia
Con ese objetivo, se realizaron ensayos en el INTA utilizando mezclas de diferentes dosis de carfentrazone con glifosato, un testigo no tratado, y paraquat. Las aplicaciones fueron todas aéreas, por la mañana, con baja temperatura.
"Habiendo comenzado con cultivos con 29,5% de humedad, al quinto día posterior a la aplicación teníamos entre 13 y 14% en los cultivos tratados, mientras que el testigo tenía 26,5%", sostuvo para agregar luego que "al décimo día de aplicación el testigo recién alcanzó una humedad del 18%, dejando en evidencia el notable incremento de la velocidad de secado de los cultivos tratados".
“Al evaluar las pérdidas provocadas por palomas en cultivos tratados y no tratados, el testigo muestra un daño acumulado del 17,5%, mientras que los que recibieron aplicaciones no superan el 10,9%, ya que fueron trillados con 5 días de anticipación”, indica.
En cuanto a la eficiencia en cosecha, Farrell sostiene que al uniformizar la humedad del cultivo y cosechar anticipadamente, se logró reducir las pérdidas por cabezal de 50 a 30 kilos por hectárea.
Además de todas estas ventajas, el uso de defoliantes permite liberar antes el lote, beneficiando al siguiente cultivo por la mayor acumulación de agua en el perfil del suelo. “Sin embargo, hay que remarcar que cuando se aplican estos productos es muy importante tener al quinto día la cosechadora lista para comenzar a trillar, porque uno o dos días más post aplicación se traducen directamente en mayores pérdidas por paloma”, advierte.
El manejo de la plaga por escalas conforma una mirada más amplia para minimizar las pérdidas. El técnico del INTA Reconquista, Sebastián Zuil, explica que la complejidad de la problemática exige la combinación de varios métodos para un control efectivo, y recomienda una estrategia diferenciada para los niveles del lote y el cultivo, el establecimiento y el paisaje. También advierte que “el manejo para la reducción del daño por aves no arranca en el momento de la cosecha o cuando vemos a la paloma sobre el cultivo, sino mucho antes, prácticamente al momento de elegir el híbrido que vamos a sembrar”.
A escala de lote, Zuil indica dos caminos a seguir, dependiendo de si se trata de una zona con alta o baja población de aves. En el primer caso, resulta conveniente seleccionar al híbrido principalmente por la inclinación de capítulo (ya que el porcentaje de daño disminuye en la medida en que se incrementa esta característica) y pericarpio, y en segundo lugar por su potencial de rendimiento; mientras que en zonas con baja incidencia de la plaga, recomienda priorizar los materiales de mayor rendimiento.
A la hora de la siembra, en zonas con alta incidencia de la plaga recomienda reducir la densidad de plantas, ya que de esta forma “los híbridos inclinadores maximizan esta característica”, y fertilizar, lo cual aumenta el peso del grano, contribuyendo a la inclinación del capítulo. Mientras que en el caso contrario, recomienda sembrar las plantas en su densidad óptima y fertilizar.
En ambos casos, señala que “si tenemos daño aunque todo lo demás lo hayamos hecho bien, el secado anticipado es la mejor herramienta para acortar el tiempo de exposición del cultivo”.
A nivel del establecimiento, el técnico explica que la paloma regula su población de acuerdo a la cantidad de alimento disponible, y advierte que “en algunos meses, el 50% de lo que comen son malezas”. En este sentido, sostiene que la problemática no se circunscribe al girasol, por lo cual sugiere “aplicar estrategias de disminución de los daños en todos los cultivos de la rotación, controlando eficientemente las malezas en barbecho, pre y post emergencia, minimizando las pérdidas de cosecha –mediante una trilla oportuna y una adecuada regulación de la cosechadora–, y manejar los rastrojos de modo de disminuir la cantidad de granos disponibles en el lote”.
La escala del paisaje, según Zuil, incluye otras variables, que los productores pueden medir para coordinar las fechas de siembra en las zonas de mucha incidencia: estadio fenológico de los cultivos, área afectada dentro del lote, y porcentaje de pasturas, montes, rastrojos y otros usos en el paisaje en el radio de 1 km. “De la misma manera, son recomendables las acciones conjuntas para reducir las pérdidas de grano durante el transporte”, finaliza.
Humedad variable en el cultivo
Las diferencias de humedad en el interior de los lotes sembrados con girasol al momento de la cosecha es una de las causas de la amplia disponibilidad de alimento que tienen las palomas.
Según Farrell, estos mapas suelen mostrar importantes diferencias en el interior de los campos en la zona de La Pampa. “El productor habitualmente espera que todo el lote esté uniforme para cosechar, y por lo tanto, lo que inicialmente está en un 9% de humedad llega a la trilla con valores más bajos. Esa situación hace que, por un lado, el cultivo sea atacado por las palomas con mayor frecuencia, y por otro, que la eficiencia de la cosecha sea menor”, indica.
Otra situación que ocurre frecuentemente es que el productor busque anticiparse al problema de la variabilidad de las humedades y trille el cultivo cuando éste se encuentra en valores superiores al 12%. “En ese caso, la eficiencia será muy buena en las áreas de 12 a 14% de humedad, pero cuando le toque realizar el trabajo en las zonas más húmedas, empiezan a aparecer problemas como las pérdidas por cola, que ascienden a los 95 kilos por hectárea”, sostiene Farrell.
Para ambos casos, el uso de defoliantes químicos permite uniformizar la humedad del cultivo, mejorando la eficiencia en la trilla y acortando el tiempo en que el cultivo permanece disponible para las aves.
Fuente: ASAGIR.-
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