Luego del escándalo del embargo de la Fragata Libertad en Ghana y de la rotura de la fragata Spiro en Sudáfrica, el destructor misilístico Santísima Trinidad -fuera de servicio desde 2004- se hundía ayer en Puerto Belgrano.
Tres ejemplos recientes que demuestran el mal estado de la flota de guerra. El diputado radical Julio Martínez dijo a Clarín que “sobre 60 barcos de la Marina, el año pasado sólo estaban en condiciones de navegar 16. El cuadro ahora debe ser más grave. Esto es producto de la falta de presupuesto a que el Gobierno somete a la Armada”.
Por el hundimiento del Santísima Trinidad, un caso que fue revelado por medios locales y luego cobró notoriedad nacional, la Armada envió ayer a la mañana personal especializado del Servicio de Salvamento y Buceo para evaluar la situación. Según esos expertos, “la escora fue producida c omo consecuencia de la rotura de una tubería de 6 pulgadas, lo cual produjo un importante ingreso de agua”.
La Armada informó que “ante la cantidad de agua embarcada que superó la capacidad de las bombas de achique, se procedió a retirar al personal que se encontraba trabajando y a los buques próximos que se encontraban amadrinados junto a él, en la espera que la embarcación toque fondo con la baja (de la marea) y de esta manera poder trabajar con mayor seguridad”. En los próximos días tratarán de que vuelva a flotar normalmente.
La Armada planeaba hacer un museo con el Santísima Trinidad, en vez de venderlo como chatarra como hizo el ex presidente Carlos Menem con el portaaviones 25 de Mayo en los noventa.
Se trata de uno de los dos destructores misilísticos tipo 42 que Gran Bretaña vendió a la Argentina antes de la guerra de Malvinas de 1982. Es un gemelo del Hércules y en 1975 sufrió un atentado de parte de Montoneros (ver “El atentado montonero”).
Tiene 125,6 metros de eslora, 14,3 metros de manga y cala 5,8 metros. Con una tripulación estimada en 300 hombres, el Santísima Trinidad estaba equipado con misiles superficie-aire. Tenía un cañón de 115 mm. y dos ametralladoras de 20 milímetros. Además de lanzatorpedos y radares de búsqueda en aire y superficie, más sus sonares. Transportaba helicópteros Alouette y Fennec.
En 1982, tuvo un papel destacado en la “Operación Rosario” con la que Galtieri ordenó el desembarco en las islas, al transportar comandos anfibios y a dos secciones de la agrupación de buzos tácticos. El desembarco fue a las 21.15 del 1° de abril de 1982 en la zona de Puerto Enriqueta, en Malvinas. Horas más tarde, esas tropas lograron la rendición de la compañía británica que resistió en la casa del gobernador malvinense. Es de la misma clase que los destructores británicos HMS Sheffield y HMS Conventry, hundidos durante la guerra de Malvinas.
Pero por el bloqueo militar que Londres dispuso después de la guerra, empezó a usarse menos debido a la falta de repuestos.
Durante el gobierno del ex presidente Raúl Alfonsín se intentó venderlo, junto con su gemelo el Hércules, a Sudáfrica, entre otros destinos, pero la operación fracasó. Así empezó a ser “canibalizado”, a sacársele repuestos para ponérselos al Hércules. Ahora, se hunde.
El destructor Santisima Trinidad en otros tiempos
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