jueves, 28 de junio de 2012

Las ganancias del “yuyito”



De acuerdo con el séptimo Informe sobre el Impacto de las Cosechas Biotecnológicas, los productores rurales de aquellas regiones que en el año 2010 optaron por sembrar materias primas alimentarias y fibras con semillas genéticamente modificadas (OGMs), recibieron un beneficio o ingreso neto adicional en conjunto de 14.000 millones de dólares. A su vez, el valor total de las ganancias diferenciales que se acumularon durante el período 1996-2010 fue de 78.400 millones.
Como se sabe, la explotación comercial de OGMs comenzó a esparcirse en forma gradual hace diecisiete años y sus incentivos económicos, ambientales y operativos despertaron el interés de importantes protagonistas de la oferta agrícola mundial, como los Estados Unidos, Brasil, la Argentina, Canadá, Sudáfrica, China e India, países que hoy encabezan el pelotón de los veinte que aplican esta modalidad de producción a diferentes cultivos.
Pero ello no significa que las OGMs son aceptadas en todos los confines del planeta. La tenaz oposición de una parte de Europa y casi todas su ex colonias del grupo ACP al desarrollo de estos cultivos, o los criterios que distorsionaron la aplicación de la Ley de Bioseguridad en Turquía, son claro testimonio de que algunas sociedades prefieren adherir a los confusos pactos que reglan el sensible vínculo entre ciencia, política y desarrollo económico.
Así lo consigna el comentario de la Consultora PG Economics, de Dorchester, Reino Unido, que es la entidad responsable del trabajo de 200 páginas elaborado por Graham Brookes y Peter Barfoot.
Según ese análisis, los beneficios adicionales generados en el 2010 suponen una renta media diferencial de 100 dólares por hectárea, un impacto que varía mucho en función del perfil organizativo y las disposiciones legales que fueron adoptando las diversas comunidades nacionales que se incorporaron a esta clase de siembra. Sólo la tecnología que permite repeler la actividad de los insectos en las plantaciones de algodón y maíz, produjo ingresos netos superiores del orden de 284 y 89 dólares/ha en la producción a nivel de campo de cada uno de esos cultivos, lo que explica su creciente popularidad en ciertos estamentos de la India y de China.
El 60 por ciento de las ganancias netas que quedaron en manos de los productores (46.800 millones de dólares) derivó del ahorro de costos originado por la mejora genética y por la reducción de pestes y malezas. El 50 por ciento de esas rentas favorecieron a productores de las naciones en vías de desarrollo.
Quienes accedieron a los antedichos beneficios debieron pagar un costo del 17 por ciento en los países en desarrollo y del 37 por ciento en los desarrollados, diferencia que el estudio atribuye al menor respeto que existe en el primer grupo de naciones a la noción de reconocer y pagar los derechos de propiedad de intelectual.
Entre 1996 y 2010 las OGMs generaron una producción agregada de 97,5 millones de toneladas de soja; 159,4 millones de tns. de maíz; 12,5 millones de tns. de algodón y 6,1 millones de tns. de canola (Canadá). De no haber existido esa tecnología, se hubieran requerido un 8,6 por ciento más de superficie arable en los Estados Unidos, 23 por ciento en Brasil o el 25 por ciento del total del área arable de la Unión Europea de los 27.
Las cosechas biotecnológicas contribuyeron en forma significativa a reducir los gases de efecto invernadero (GHG) creado por las actividades agrícolas. Estos resultados son fruto del menor uso de combustibles y de la ampliación de los depósitos terrestres de captura de carbono. En los hechos, durante 2010 ello tuvo el mismo efecto que sacar 19,4 millones de tns. de dióxido de carbono de la atmósfera o el de retirar de circulación 8,6 millones de automóviles en un año. La aludida tecnología también redujo en 8,6 por ciento la contaminación atmosférica con plaguicidas (unas 438.000 tns), lo que resultó equivalente a quitar el total de los ingredientes activos que habitualmente se aplican a la tierra arable de la Unión Europea de los 27 en un año y medio de actividad agrícola.
Estados Unidos encabeza la lista de los beneficiarios económicos de OGMs, con 35.028,7 millones de doláres, seguido por la Argentina con 12.155,9 millones, China 10.911,2 millones, India con 9.395,2 millones, Brasil con 4.601,8 m illones y Canadá con 3.277,7 millones. Una característica de este proceso es que ciertos países concentraron su oferta de OGMs en un solo producto (como China e India en el algodón), Canadá (cuyo fuerte es la canola, aunque también hace algo de soja y maíz). Y, si bien la Argentina cultiva soja, maíz y algodón de distintas variedades, su punto fuerte se concentra en el primero de esos productos.
De las 139 millones de hectáreas cultivadas con OGMs en el mundo, el 51 por ciento se dedican a la producción de soja; el 30 por ciento a la de maíz; el 14 por ciento a algodón y el 5 por ciento a canola. Del total plantado, el 45 por ciento de la producción de cultivos biotecnológicos corresponde a los EE.UU.; el 19 por ciento a Brasil, que en la etapa inicial de este proceso se resistía a incorporar los OGMs a su territorio; el 15 por ciento a la Argentina; el 7 por ciento a la India, el 6 por ciento a Canadá, el 2 por ciento a China y el 6 por ciento a otros países.
Estados Unidos, Canadá y la Argentina fueron pioneros de esta producción, mientras que en el continente africano, que experimenta continuas hambrunas, el único país que se sumó al uso de OGMs fue Sudáfrica.
Quienes siguen en detalle los debates del tema saben que la autoridad sanitaria de la UE, la EFSA, suele reconocer que las OGMs no ofrecen hasta ahora riesgos verificables para la salud humana y animal ni para el medio ambiente.
Sin embargo, tras la prolongada y sistemática prédica del Viejo Continente en contra la producción de OGMs, el mensaje logró convencer a la clase dirigente de sus ex colonias, y a los pocos sectores influyentes de sus sociedades civiles, de que la biotecnología no era una opción real para mitigar los problemas del exterminio y del deficiente desarrollo humano de sus poblaciones más expuestas.

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