La competitividad del kirchnerismo, plantea a la oposición el primer cuello de botella importante.
¿De qué hablamos cuando hablamos de unirnos? Mauricio Macri y Sergio Massa siguen jugando a las escondidas, pero desde que LPO reveló las conversaciones de Emilio Monzó con los massistas Meoni y De la Torre, se trata apenas de una coreografía acordada, que engaña a casi nadie.
Las alquimias que se barajan son tan alambicadas como inútiles. El problema es sencillo y la solución simple. Ante la creciente competitividad del kirchnerismo, que se encamina a cerrar filas detrás de Daniel Scioli, la división opositora empieza a cristalizar un triunfo del gobernador en la primera vuelta.
El antídoto más efectivo para alejar ese riesgo sería unificar la oferta opositora. Y esto sólo se logrará por dos vías: Massa candidato a gobernador de Macri o una gran interna opositora en la que ambos diriman la candidatura presidencial. Todas las otras alquimias que se discuten son apenas desplazamientos laterales para mantener las conversaciones abiertas.
Macri sabe que no tiene músculo político para fiscalizar el Conurbano. Esta trabajando contra reloj en remediar esa carencia –se acordó un poco tarde- con incorporaciones de viejo cuño duhaldista como Federico Scarabino o Jesús Cariglino. Pero el territorio sin cubrir sigue siendo inmenso.
Massa sigue dominando esa geografía como le demostró el sábado pasado en José C. Paz. Enterado que el jefe de Gobierno encabezaba una caminata en ese distrito, armó un operativo relámpago –que incluyó el envío de micros desde San Miguel- y contrapuso una movilización que reventaba las calles a un humilde timbreo. Lo que se discutía no eran votos –Macri mide bien en el Conurbano- sino algo más sensible, manejo del territorio.
En el Gobierno siguen con atención la evolución de este pleito en el Conurbano, con una estrategia implacable. “Vamos a cuidar la boleta de Macri en las primarias, para liquidar a Massa; y luego en la general se las vamos a descuidar para ganar en primera vuelta”, afirman con el típico humor peronista.
En el Pro creen que Massa va a terminar muy diluido y las primarias se encargarán de ordenar la oferta opositora. Es un buen plan salvo que Massa logre pasar más o menos entero ese filtro –aún saliendo tercero-. En ese caso con la oposición dividida, Scioli tiene todo para liquidar la elección en la primer ronda.
Es el viejo trabajo de escenarios que ensayó Juan Carlos Mazzón cada vez que el peronismo enfrentaba una elección difícil. Dividir a la oposición. Esto maximiza el valor del piso alto que tiene el PJ. No parece casualidad que Mazzón sea hoy uno de los principales armadores de la candidatura de Scioli.
Los contraejemplos son abundantes. Mendoza. Su unió la oposición y derrotó al PJ. Salta. Hubo una primaria potente para intendente de la Capital entre massistas y macristas y el ganador –Gustavo Saenz- luego derrotó al oficialismo.
Por otro lado, es comprensible la desconfianza de Macri a quien los planetas se le están alineando como nunca ¿Para que arriesgar esta oportunidad dorada con una primaria de resultado incierto?
Massa paradójicamente pese a ser el candidato más débil es el que tiene más opciones, aunque acaso él lo viva como una condena. Es decir, de los tres, es el único que puede elegir pelear la Presidencia o la Gobernación. Primer y segundo lugar de la política argentina. No es poco.
El detalle es que no puede equivocarse. Massa tiene que ganar. Lo que significa que sólo debería pelear la Presidencia si tiene chances muy altas de conseguirla. Salir tercero complicaría su carrera política y volvería eterno el desierto de recursos que hace tiempo viene atravesando.
Ganar la gobernación recargaría su proyecto presidencial y solucionaría el financiamiento. Es además el más joven de los tres -43 años- un factor no menor si estamos hablando de esperar de cuatro a ocho años para volver a dar la pelea grande.
Para alcanzar un acuerdo hacen falta dos cosas: Miedo y racionalidad. No se precisa paridad, de hecho la paridad suele dificultar los acuerdos. Más importante es la certeza del fracaso mutuo en caso de división y la racionalidad posterior para alcanzar un reparto justo.
Macri y Massa son ya dos líderes experimentados. Muy pronto se verá si lograron encontrarle un cause exitoso al desafío que la historia les puso por delante.
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