domingo, 6 de enero de 2013

“El mundo necesita comer y no envenenar”





¿Cómo puede ser que haya intoxicaciones si vivimos en plena selva?”, se pregunta Juan Carlos Soroka, que dejó de plantar tabaco al poco tiempo que su segunda hija nació con una malformación. Talía tenía los ventrículos del corazón invertidos. La familia abandonó su chacra en las afueras de San Vicente, Misiones, para vivir en el propio pueblo. Ahora, en una nueva chacra, cultivan lechugas sin plaguicidas. “¿Por qué las empresas no hacen algo? Sólo dicen que estas sustancias no envenenan. Pero ellos no tienen un hijo criándose acá,” dice.
Soroka explica a Clarín el proceso productivo habitual en la zona: “Las tabacaleras te dan las semillas, los venenos para las plagas pero nunca te dicen los riesgos que tienen”.
Soroka, ahora, vende lechugas sin plaguicidas. Sus compradores, a veces, le reclaman que las hojas están “comidas” por bichos. “Yo les explico que es porque no tienen veneno. Los bichos no son tontos, no comen las hojas con insecticidas porque los que los mata. La gente parece que sí. Yo digo que el mundo necesita comer, no envenenar”.
San Vicente es parte de lo que el geógrafo misionero Sergio Páez llama “el triángulo tabacalero”, una zona de producción del tabaco, y en el que en el último tiempo también crece la soja. Paez se especializó en el uso de agroquímicos entre los colonos, como llaman a los chacareros descendientes de alemanes. Los describe como “esclavos de esta actividad”. Se estima que en Misiones hay 12 mil pequeños productores tabacaleros y que son 67 mil las personas expuestas al uso de agroquímicos.
Páez entrevistó a más de 300 familias y asegura que se encontró “con chicos que no caminan, trabajadores con irritaciones cutáneas, con las manos y los pies destrozados y con muchas sustancias que están prohibidas en Europa o Estados Unidos”.
La lógica de la producción tabacalera se podría describir como “precapitalista, el libre mercado no funciona”, explica Páez.
Los colonos reciben las semillas y los agroquímicos de las cooperativas, que luego se los descuentan en el momento de hacer el arqueo final del pago.
El precio de la cosecha se establece sobre el final del proceso. Son muchos los pequeños productores que protestan que cuando venden las hojas, les rebajan el valor.
“Es un sistema perverso, siguen plantando tabaco para utilizar la obra social de las tabacaleras por los problemas de la salud que surgen durante su trabajo”.
Las cooperativas tabacaleras se defienden y apuntan al mal uso de los insumos. En off the record, aseguran que entregan trajes especiales para manejar los agroquímicos y disponen de galpones para guardarlos. Páez, en cambio, indica que “los trajes son inconvenientes por las altas temperaturas de Misiones, y además, se los terminan descontando a los productores”.
Antonia Husulak es investigadora de la Universidad Nacional de Misiones y una de las pioneras en el estudio del uso de los agroquímicos en la provincia. “La falta de alternativas en la forma de producción es el gran problema”, asegura. Por su iniciativa, a través de la Universidad, realizarán en San Vicente un seminario para los colonos a fin de que fomenten la agroecología y técnicas de comercialización para que su producción logre venderse a buen precio. “El objetivo -dice- es crear una tecnicatura a distancia. Además, junto a la Fundación por la Vida y la Dignidad, queremos abrir un centro de rehabilitación para los chicos afectados del pueblo”.

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